De Tomic a Boric: ¿construiremos y veremos, en las grandes alamedas, “la unidad social y política del pueblo”?
Categoría: Noticias

Por: Jorge Vera Castillo

El despertar trágico de la madrugada del martes 11 de septiembre de 1973 permanecerá para siempre en la Historia de Chile, aún en la de quienes no la conocieron vivencialmente, con los aprestos y resguardos, improvisados o planificados y previstos por algunos y algunas, para enfrentarla, escapar, esconderse, exiliarse, reunirse, seguir luchando y/o sobreviviendo.

Las nuevas generaciones de juventudes políticas, ya dispuestas al ejercicio gubernamental, dimanantes de la metódica e intensa preparación forjada en sus largas luchas estudiantiles y sociales, desde la primera década de este siglo XXI, quizás no puedan imaginar ni visualizar aquel amanecer -más allá, de lecturas y de relatos-, con el sentido premonitorio y profundo de aquel titular de un diario impreso: “¡CADA CUAL EN SU PUESTO DE COMBATE!”.

Tampoco les resultará fácil comprender muchos apresurados y furtivos desplazamientos por avenidas, calles y pasajes citadinos y urbanos, y caminos y senderos rurales, por todo Chile, en horas y días septembrinos siguientes, en “Estado de Sitio”, clandestinos, sin ninguna de las actuales comodidades y facilidades comunicacionales, portables en un bolsillo y/o en una mano, con unas aplicaciones para la instantaneidad y en tiempos reales. Así, recordar “lo dictatorial” no es grato ni poético: es sabiduría, con humildad, para aprender de la historia.

La campaña presidencial de 1970, sin segunda vuelta en ese entonces, debiera ser materia de estudio, prolijo y riguroso, para los nuevos responsables políticos, motivados por nuestro electo Presidente Gabriel Boric Font, a pesar de las comprensibles prioridades y urgencias, a partir del viernes 11 de marzo de 2022, para tenerla como una guía para la acción política.

Conocer los planteamientos visionarios de Radomiro Tomic Romero es enseñanza política, ejercida oportuna y sinceramente, con retrospectiva metodológica, necesaria y válida. Por cierto, no se trata de responder aquí -sobre lo que ya, tanto se ha escrito en el país y en el extranjero-, de si la tragedia de Chile pudo haberse evitado, histórica y políticamente.

En las muy complejas realidades, con las que se encontrará nuestro nuevo gobierno, esa anticipatoria postulación de Radomiro Tomic, para avanzar con y construir “la unidad social y política del pueblo”, coadyuvará y servirá para que la coalición política Apruebo Dignidad, elegida y mandatada por soberanía popular mayoritaria, nos dé gobernanza comprometida.

Por cierto, ya casi 52 años después, Gabriel Boric podrá ir construyéndola cotidianamente, al fin, a través de las grandes alamedas por dónde transita el abnegado pueblo trabajador. Esperanzado en nuevos amaneceres, para llegar a dignos atardeceres, alegres y familiares; cumpliendo fielmente los contenidos de sus planes de gobierno; con sus convicciones y no otras; sin ambigüedades ni confusiones; sin arrogancias ni sectarismos; siempre sumando, abatiendo los abusos y bregando por ir superando las escandalosas desigualdades sociales.

Se trata, quizás, de una nueva y única oportunidad histórico-política, ya en este siglo XXI. De cambios vertiginosos; de ciencia, tecnología, conocimiento, desarrollo espacial, innovación e investigación desafiantes y confrontadas, a veces, a la ética del humanismo; de inteligencia artificial y robótica sorprendentes; de primacías del consumismo y del individualismo, signos inequívocos e inherentes a la racionalidad capitalista salvaje -llamada ‘modelo’ neoliberal-. Más, algunas de las características actuales, previsibles y vigentes, en que las endemias y las pandemias sanitarias podrán seguir poniendo a prueba la cooperación y la integración, los egoísmos nacionales y las insolidaridades internacionales, en medio de los injerencismos e intervencionismos en asuntos internos de otros Estados, retardando un mundo multipolar.

En la presentación de su programa de gobierno, el 1 de noviembre de 2021, Gabriel Boric lo plasmó con gran precisión, y sin posibilitar dobles lecturas ni requerir “trazabilidades”:

“En este contexto de incertidumbre, necesitamos un gobierno que acompañe los cambios que nacieron de la gente y al mismo tiempo enfrente con decisión los retos a los que nos enfrentamos como sociedad. Que consolide, paso a paso, pero decididamente, un nuevo Chile en el que nadie se quede afuera”.

“Este desafío ha dado forma a Apruebo Dignidad, una coalición amplia y heterogénea, con independientes, jóvenes de todas las generaciones, que excede a sus partidos y movimientos, con una profunda cohesión en su proyecto político expresada en el programa transformador que aquí presentamos”.

Sin duda, en esta mirada de futuro, con su liderazgo y responsabilidad colectiva, pienso que subyace “la unidad social y política del pueblo”, como búsqueda, ejercicio, estrategia, implementación y objetivos gubernamentales, cueste lo que cueste, cotidianamente; sin desmayos ni renuncios; sin engaños ni promesas incumplibles, y con diálogos amplios.

En su programa de gobierno, dado a conocer en julio de 1970, Radomiro Tomic reiteraba “su sincero llamado a las fuerzas sociales y partidos políticos de base popular a integrar un gran movimiento de unidad del pueblo. Sin el pueblo organizado y solidario es imposible resolver los problemas fundamentales del país. Sólo una nueva institucionalidad que haga responsable de la dirección del Estado a la mayoría organizada, podrá obtener el asentimiento del pueblo para un gran esfuerzo nacional de trabajo y disciplina destinado a producir más, ahorrar más e invertir más en beneficio de la comunidad.”

“La realización de tal esquema requiere la participación popular. La meta suprema de la participación popular es la sustitución de las minorías por el pueblo organizado en los centros decisivos de poder e influencia. En esto consiste la Revolución chilena, democrática y popular.”

“El actual sistema institucional hizo crisis. Es incapaz ya de readaptarse a las nuevas exigencias del desarrollo económico, social y político. Por eso, el nuevo Estado será transformador, democrático y moderno. Su base será la participación de las grandes mayorías sociales y también de las fuerzas políticas populares, cuyo concurso se buscará lealmente. El nuevo Estado definirá las garantías constitucionales, a fin de consagrar los derechos sociales de los trabajadores y de establecer como garantía fundamental el derecho a participar en todos los organismos de la sociedad chilena”.

Lo anterior, fue escrito y postulado ya hace casi 52 años, como antes lo hemos señalado. Ponderar, adecuadamente, en introspección política profunda, nos ayudará a comprender nuestra historia, y cuán dramático fue aquel transcurso dictatorial, y cuán lentos fueron los enfoques prevalecientes para comprender y leer necesidades de cambios en nuestro Estado Nación, desde 1990 hasta ahora. Un acertado e inspirador diagnóstico ya estaba en 1970, sin eufemismos en el lenguaje, y con crudeza, respaldo y verdad en sus conceptualizaciones. Es más, en su diagnóstico, para fundar las propuestas de su programa de gobierno, Tomic afirmaba, con meridiana claridad… (¡y pareciera casi una descripción del Chile de 2022!):

“el país enfrenta una crisis institucional profunda; la más grave desde la Guerra Civil de 1891. Su expresión inmediata es el agotamiento del sistema capitalista y neocapitalista que se revela en la incapacidad de producir riquezas, proporcionar trabajo y asegurar la independencia nacional. La agudización de las contradicciones entre las necesidades del pueblo y la ineficiencia de las instituciones políticas, jurídicas y sociales heredadas del pasado, está llegando al punto de ruptura. La empresa capitalista sólo alcanza desarrollos superiores al amparo del Estado y del dinero fiscal, es decir, subvencionada por los demás chilenos. El puñado de grandes empresas neocapitalistas explota al país encubierto tras una seudo intervención del Estado; lo cual le permite capitalizar riqueza pública a beneficio de algunos particulares, y en completa impunidad. El peor precio que el país paga es la inevitable pérdida de solidaridad del pueblo organizado y de los sectores de la clase media con la gestión económico-social del gobierno”.

Gabriel Boric se encontrará con quién, seguramente, no conoció personalmente: Radomiro Tomic. Extenso puente se despliega de Punta Arenas a Calama, abarcando casi toda nuestra ‘larga y angosta faja de tierra’, construido al 1986 desde 1914, años de sus nacimientos. Así, Tomic fue defensor histórico del cobre para Chile: Boric debiera serlo del litio para Chile.

En hora buena, para nuestro pueblo trabajador y sus abusados, sus discriminados, sus excluidos, sus marginados, los pobres del campo y de la ciudad, y los vulnerables (como se denomina, ahora, a millones de nuestros compatriotas, todas y todos, y a los seres humanos migrantes, de los nuevos campamentos, “cités”, poblaciones y territorios), y, sin duda, con nuestros pueblos originarios en lucha, por su dignidad, reconocimiento y tierras ancestrales.

Por cierto, nada será fácil ni como “el pavimento de la Avenida Nevski”, tal como lo afirmó un revolucionario. Ante intentos de cambios estructurales y profundos que, objetivamente, afectarán intereses corporativos, grupales e individuales, entronizados en nuestra sociedad y en nuestra economía, éstos se defenderán: sin decencia, escrúpulos éticos y/o humanitarios.

Por otra parte, la nueva Constitución, para el nuevo Estado Plurinacional de Chile, será un marco político ineluctable que, el Presidente Gabriel Boric Font respetará escrupulosamente.

Nuestro propio octubre, con revuelta social de 2019, impulsa encuentro de Boric con Tomicpara construir y ver, en las grandes alamedas, “la unidad social y política del pueblo”. Sería buen reconocimiento a un grande que partió hace 30 años, el viernes 3 de enero de 1992.

*DISCLAIMER* Nueva Diplomacia does not take any responsibility for the views and opinions expressed in the interview which belong solely to the interviewee.

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