A pesar de las bienvenidas recientes lluvias, la crisis hídrica chilena sigue preocupando a todos los interesados.
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Resumen Ejecutivo de una investigación que el Doctor Fernando Santibáñez, Profesor y Director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente, Universidad de Chile, y la Doctora Claudia Santibáñez, Directora de la carrera de Ingeniería en Medio Ambiente y Sustentabilidad, Universidad Mayor, están llevando adelante, en orden a evaluar las opciones técnicas para atender la escasez hídrica provocada por el Cambio Climático en la zona norte y central de Chile.

Con relación a la desalación de agua marina, dicha investigación concluye de manera inequívoca respecto de la imposibilidad técnico-económica de usar esa tecnología a gran escala para satisfacer las necesidades hídricas de la agricultura del centro – norte de Chile.

La realización de ese estudio y sus conclusiones son importantes en el contexto de la eventual Declaración de Interés Público de nuestro proyecto de Río Submarino Sur – Norte Chile: lo refuerzan y fundamentan todavía más.

Nuestro Río Submarino Sur – Norte Chile es “el único proyecto a la vez técnicamente viable, ecológicamente sustentable, económicamente rentable, políticamente aceptable y socialmente deseable”, capaz de resolver el problema que plantea a Chile la supervivencia y el crecimiento de su agricultura centro-nortina. Y, de la misma manera, podría resolver también el abastecimiento de los otros usuarios, particularmente el 86% de la población total chilena que habita en las regiones potencialmente beneficiadas por nuestro proyecto.

Atento a sus comentarios y a su disposición para cualquier información complementaria.

Gracias por su atención constructiva. Y como siempre, no duden en circular el presente email en su entorno y, en la medida que tengan buena opinión de nuestro proyecto, apóyennos por las numerosas vías democráticas y legales que tienen a su disposición.

Saludos respetuosos Y SOBRE TODO, ¡CUIDENSE!

Félix BOGLIOLO

Founding Partner & CEO
Via Marina S.A.R.L.

 

 

Resumen Ejecutivo de una investigación que el Doctor Fernando Santibáñez, Profesor y Director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente, Universidad de Chile, y la Doctora Claudia Santibáñez, Directora de la carrera de Ingeniería en Medio Ambiente y Sustentabilidad, Universidad Mayor, están llevando adelante, en orden a evaluar las opciones técnicas para atender la escasez hídrica provocada por el Cambio Climático en la zona norte y central de Chile.

Chile se enfrenta a una severa crisis del agua como consecuencia de su elevada vulnerabilidad frente al cambio climático, el cual impactará negativamente al régimen pluviométrico. A la actual disminución de un 20 a 30% en las precipitaciones anuales podría agregarse una caída similar dentro de este siglo, lo que llevará al norte y centro del país a una condición significativamente más árida que la conocida durante el siglo XX. Una disminución de esta magnitud afectará fuertemente la capacidad productiva de las ricas tierras de las zonas norte y central, pudiendo con ello limitar el potencial exportador de alimentos que ha caracterizado a Chile en las últimas décadas.

El territorio se caracteriza por un fuerte desequilibrio hídrico, mientras en las regiones del norte los habitantes cuentan con menos de 100 m3/habitante año, las regiones del sur disponen de más de 50.000 m3/habitante año. Los ríos del centro y sur depositan en el océano más del 80% de su caudal anual, situación que resulta incomprensible en un territorio fuertemente afectado por las sequias recurrentes. Sólo en 4 regiones (O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío) llegan hasta la desembocadura 5.251 millones de metros cúbicos de agua, cifra bastante superior al caudal ecológico. Esta cifra aumenta fuertemente agregando los excedentes de regiones situadas más al sur.

Para asegurar el agua de riego usado por la agricultura se ha estimado un requerimiento adicional del orden de 2.000 a 2.500 millones de metros cúbicos entre Atacama y Maule. Esta cifra podría crecer durante este siglo considerando las tendencias negativas de la pluviometría. El país se encuentra entonces en la disyuntiva, reducir la superficie regada en las regiones del norte y centro del país, lo que tendría un costo económico y social incalculable, o realiza inversiones que permitan asegurar la disponibilidad de este esencial recurso, manteniendo con ello el potencial productivo de estas regiones que concentran aproximadamente un 65% del PIB agrícola chileno. Mejorando en 20% la eficiencia de riego mediante acciones de tecnificación, podrían recuperarse entre 800 y 1.000 millones de metros cúbicos, lo que llevaría el déficit a 1.500 millones de metros cúbicos, sin considerar la presión que ejercerá el cambio climático para hacer crecer esta cifra.

De dónde obtener esta agua, que evitaría el colapso de la agricultura nortina y central, ese es el dilema actual. No son muchas las opciones para encontrar nuevas fuentes de agua: el océano o el trasporte del agua desde regiones que exhiben holgura entre el consumo y el caudal ecológico. La solución deberá cumplir requisitos esenciales. El primero de ellos es el costo, el cual deberá considerar que la agricultura es una actividad que usa grandes volúmenes de agua (6.500 m3/ha/año) lo que exige un costo bajo por metro cúbico para ser una opción viable. El segundo requisito se refiere a la capacidad de la solución para aportar los grandes volúmenes de agua que se necesitan para ser una solución efectiva y, el tercer requisito hace referencia a los impactos ambientales, lo cuales deben ser mínimos por cuanto la agricultura está cada vez más exigida para mantener una huella ecológica baja, además de las presiones sociales que surgen cuando el deterioro de las tierras y los ecosistemas terrestres y marinos se hace evidente.

Los números sugieren que la desalación de agua marina no tiene la capacidad para generar agua en los volúmenes requeridos por la agricultura. Adicional a esto, los costos distan mucho aun de ser compatibles con una actividad que requiere grandes volúmenes y bajo precio final. Tampoco se puede soslayar el hecho de que cualquiera solución al problema hídrico debe tener sustentabilidad en el largo plazo. La desalación de agua marina requiere succionar grandes volúmenes de agua desde el ecosistema marino, capturadas muchas plantas y animales marinos, especialmente los que forman parte del plancton, es decir, un conjunto de organismos generalmente de tamaño microscópico que incluyen a infinidad de especies de peces y moluscos de interés comercial cuyas etapas tempranas de desarrollo dependen del plancton. Debe considerarse además que las salmueras generadas requieren ser dispuestas en tierra o devueltas al mar, lo que necesariamente va acumulando efectos negativos sobre los ecosistemas y la diversidad de especies.

Por bajos que sean los impactos, ellos se acumularán durante decenios pudiendo llegar a dejar huellas ambientales irreparables, las que hoy están siendo cuestionadas por los mercados de los productos y por la sociedad local. Si bien esta tecnología puede ser una excelente solución para proveer de agua potable a ciudades litorales, su compatibilidad con los requerimientos de la agricultura está aún lejana. No en vano la experiencia ha mostrado que ningún país del mundo ha adoptado esta solución para hacer agricultura a escala comercial.

 

 

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