Dr. Jorge Carrasco Cerda
Universidad de Magallanes – Chile
Co-Nobel de la Paz 2007
El IPCC ha confirmado en sus informes (AR4, AR5 y AR6) que el cambio climático es inequívoco y de origen humano, principalmente por el aumento de gases de efecto invernadero (GEI) como el CO₂, cuya principal fuente son los combustibles fósiles. El CO₂ representa el 64% del forzamiento radiativo de larga duración, y el 84% del incremento desde 2002. Las consecuencias actuales ya son evidentes y seguirán aumentando incluso si las emisiones cesaran ahora, lo que requiere respuestas urgentes y sostenidas.
Los modelos climáticos proyectan cambios irreversibles si no se actúa rápidamente. Por ello, la comunidad internacional ha adoptado acuerdos en el marco de la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), como es el Acuerdo de Copenhague (2009), el Acuerdo de París (2015) y otros compromisos derivados del Protocolo de Kioto, con el objetivo de reducir las emisiones globales y limitar el aumento de la temperatura global por debajo de 2 °C o incluso 1,5 °C, respecto de niveles preindustriales. El Acuerdo de París establece una meta ambiciosa de lograr un planeta climáticamente neutro hacia mediados del siglo XXI, promoviendo una transición energética hacia fuentes renovables como la solar y la eólica. La Agencia Internacional de Energía (AIE) respalda esta meta al señalar que el sector energético es el principal responsable de las emisiones, por lo que urge el abandono progresivo de los combustibles fósiles.
La solución pasa por construir una Economía Baja en Carbono (EBC), entendida como una economía que reduce drásticamente sus emisiones de CO₂, principalmente en los sectores energético, de transporte e industrial. Esto no solo implica un cambio técnico, sino también político, económico, social y ético. Las emisiones afectan todas las dimensiones del desarrollo sostenible, por lo que la acción climática no es solo un asunto ambiental, sino un desafío transversal.
Aunque los países desarrollados han emitido históricamente más GEI, los países en desarrollo deben también participar en la mitigación, respetando el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas. La transición a una EBC plantea retos económicos, ya que muchas economías están estructuradas en torno a los combustibles fósiles. Este cambio puede afectar al crecimiento económico, pero también puede generar nuevas oportunidades, como empleos verdes y mejoras en la equidad social, especialmente si se invierte en tecnologías renovables que beneficien a comunidades vulnerables.
Desde una perspectiva ética, es necesario preguntarse quién asume los costos del cambio climático y quién participa en la toma de decisiones. La EBC requiere políticas públicas sólidas, participación del sector privado, y una gobernanza global que asegure la equidad en
la transición. Las tecnologías limpias (TBC) deben ser accesibles a todos, mediante transferencia tecnológica desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo. La implementación de la EBC exige coordinación internacional y reformas en instituciones como el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio para asegurar que las políticas económicas no contradigan los objetivos climáticos. El sector privado debe ser regulado para garantizar que las inversiones en descarbonización también beneficien a los más vulnerables, ya que el mercado por sí solo no resolverá el problema.
Finalmente, la EBC no es solo una meta tecnológica, sino un cambio de paradigma que requiere compromisos reales de todos los sectores de la sociedad. Involucra a gobiernos, industrias, comunidades e individuos, y exige una cooperación global sin precedentes. Se debe diseñar una nueva arquitectura ética y política para enfrentar el cambio climático sin sacrificar los derechos fundamentales, como el acceso a agua, salud, energía y una vida digna.
En este sentido, Chile se está transitando hacia una EBC adaptando una serie de medidas de mitigación del cambio climático como parte de su compromiso con los acuerdos internacionales (especialmente el Acuerdo de París) y su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC). Entre otras se destacan: el compromiso de reducción total de emisiones de GEI con un presupuesto de carbono de 1.100 MtCO₂e entre 2020 y 2030, con un máximo de emisiones para 2025, y una meta absoluta de 95 MtCO₂e al 2030. Por otra parte, hay un compromiso de descarbonización de la matriz energética con el cierre progresivo de todas las centrales a carbón al 2040, el aumento sostenido de participación de energías renovables (Chile alcanzó un más de 60% de capacidad instalada renovable en 2023, especialmente solar y eólica), y un plan de carbono neutralidad a 2050, promovido por el Ministerio de Energía. Se busca la electromovilidad y eficiencia energética a través de alcanzar el 100% de las ventas de vehículos livianos y medianos nuevos eléctricos para 2035, y que el transporte público sea 100% eléctrico a nivel nacional para 2040. Además, un compromiso de captura de carbono por sumideros naturales vía de reforestación y restauración de bosques nativos (200.000 ha al 2030), fomentar la agroforestería sostenible y manejo de suelos que aumentan la captura de carbono, y la protección de turberas y ecosistemas de alta captura natural de CO₂. Adicionalmente, incorporar el desarrollo del hidrógeno verde donde Chile puede convertirse una fuente importante a nivel mundial, ya que tiene condiciones naturales excepcionales para liderar el mercado mundial de hidrógeno verde, si logra aprovechar sus recursos renovables, generar confianza e inversión, y consolidar un ecosistema tecnológico e industrial robusto.
En resumen, el planeta ya experimenta los efectos del cambio climático, por lo que se debe adaptar a nuevos escenarios, al mismo tiempo que se mitigan las causas. La Economía Baja en Carbono es una de las principales herramientas para lograrlo, siempre que se aborde con visión inclusiva, cooperación internacional y responsabilidad compartida. Chile ya ha emprendido el camino para contribuir en el gigantesco esfuerzo de cumplir globalmente en las metas del Acuerdo de Paris.
Nota. Imágenes creadas con IA (ChatGPT 4º).
jorge.carrasco@umag.cl